domingo, 26 de abril de 2009

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De todas las formas de vivir que existían, Eusebio se decantó por ostracista abnegado. A su paso desterraba al olvido al que rozaba. Sólo hacía falta un susurro, un parpadeo. El agujero negro se acercaba irremediablemente y absorvía el espíritu del elegido, vagando enternamente entre tinieblas.
Eusebio juzgaba en silencio, cumplía en eternidades sus condenas y se aquejaba de falta de comprensión. No alcanzaban a que Eusebio era un mártir de su propio espacio tiempo. Un cosmos perfecto descompondría sus almas para comprimirlas en armonías de cuerpos ideales. Pero sólo había vísceras y desgarros. El universo no le respondía. Y Eusebio era un psicópata más. Un usual menos.

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En ocasiones se piensa que una probeta de lejía vendrá bien para la ansiedad. No se debe tocar. Todo lo relacionado con el esotérico arte de la alquimia es sin duda peligroso, convierte la carne en frío metal. Las manos se endurecen y al poco llega al corazón. Pesado órgano dorado, que se descuelga a cada paso, y sólo sirve para que el aváro quiera robarlo, abriéndote en canal.